jueves, 28 de marzo de 2013

Cambios


Que todo llega y todo pasa pero quizás es en el punto medio cuando menos conscientes somos de ello. Lo querías, ya lo tienes y se convierte en hábito, dejas de darlo importancia, es lo normal, que piensas que estará siempre.
Está hasta ese día en que notas que algo ha cambiado, que no es como siempre, que algo falta. Poco a poco todo se degrada, la vela se va apagando, se va a pagando y finalmente se consume. Anhelas lo que has perdido, sientes rabia, angustia, tristeza, nostalgia de aquello que era simplemente lo normal. Intentas reconstruir la torre que se ha caído, es imposible, todo ha cambiado, pero ¿por qué? Piensas, recuerdas, analizas cada momento, cada gesto, cada palabra, nada, no hay nada, todo era como siempre, tú no has cambiado. Lo intentas una y otra vez, parece que resurge pero no, simples ilusiones que se desvanecen casi instantáneamente.
Y llega el día, cuando ya no puedes más, cuando realmente te das cuenta de que nada volverá a ser como antes. Más rabia, vacío y más lágrimas merecidas pero inútiles. Aún no lo has aceptado, así que sigues amarrándote a lo que consideras tuyo, quedan aún mil intentos de recuperarlo, pero solo te haces daño.

¡Basta! Se acabó, basta de lágrimas y noches sin dormir, las cosas cambian, debe aceptarse. Sí, es duro, pero el tiempo avanza y no puedes quedar esperando a que vuelva para recogerte.
Que todo llega, pero no todo pasa, queda la base, tú, los tuyos, están ahí sosteniéndote. No aferrarse al pasado, aceptar las nuevas situaciones, caminar con el tiempo y no que quedarse atrás, esperando a quien ya no quiere compartir su camino contigo.
Siempre, siempre es mejor caminar.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Una sola respuesta.


Y hoy es uno de esos días en los que llega la hora de irte a la cama y tienes una presión en el pecho que te impide dormir, una sensación de vacío, unas terribles ganas de llorar hasta que llegue la hora de despertarte y entonces tengas que vestirte y sonreír a todo el que te encuentres, porque ellos no tienen la culpa de tu infelicidad. Es uno de esos días en que sientes que no puedes hacer nada porque crees que todo está perdido y te rindes y te dejas llevar, y empiezas a esperar algo que aún no sabes que es pero que algún día te hará sentirte mejor. Lo peor de esta situación es que la he montado yo sola, porque sé que él no tiene la culpa, que no tiene por que hacer lo que espero, pero aún así me jode y no puedo evitarlo y es el momento en el que me pregunto por qué, por qué me pasa esto y la única posible respuesta es tan simple como que aunque me pese lo quiero.